A veces, miro el celular desconsoladamente, esperando un mensaje o una llamada que nunca va a llegar. Extraño esa voz que tanto me gusta. Necesito volver a escuchar aunque sea un "hola" de sus labios. La angustia me mata sin saber de su existencia. De todas formas, no pierdo la esperanza, de que algún día, por lejano que sea, al agarrar el teléfono me susurre: "Me muero por verte".